Jueves reflexivo: paseo de domingo

 Reflexión: paseo de un domingo lluvioso

Hola a todos y bienvenidos un día más. ¿Qué tal ha ido la semana? Espero que genial. Ya estamos a jueves y hoy toca post improvisado. He mirado un poco en el blog y he visto que el último post sobre un paseo lo publiqué el 7 de mayo, así que cinco meses y medio después me animo a publicar otro. Estos paseos son una especie de diario, y me encanta releerlos cuando ha pasado tiempo porque revivo momentos bonitos. Así que sin más rollo, empezamos.

 

No sé si sabréis que desde el sábado mi ciudad(como muchas otras) está confinada, no podemos salir excepto por trabajo, cuidado de familiares, estudios y alguna otra cosa. Así que el domingo, mi marido y yo decidimos dar un largo paseo por la ciudad. 

Elegimos una hora intermedia, no muy temprano, pero tampoco muy tarde, así que salimos, más o menos, a las nueve y media de la mañana. 

Y en primer lugar decidimos ir a cumplir nuestra tradición de octubre. Ya he contado alguna vez que en mi familia somos de inventarnos tradiciones, que suelen surgir sobre la marcha y se mantienen en el tiempo. Pues desde hace bastantes años, cada octubre me acerco a un lugar donde hay unos árboles con frutos rojos que me encantan. En el blog os he puesto fotos desde hace unos 4 o 5 años.

Esta es de 2019, la de al lado de 2016 y la otra de 2017

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La noche anterior al paseo había llovido así que el árbol resplandecía. Miles de gotitas irisadas adornaban los bonitos frutos rojos, y estar allí fue una sensación de estar en casa, de familiaridad, de que hay cosas que, afortunadamente, no han cambiado. 

 

Esta es la de este año

 

Cuando me pareció que había hecho suficientes fotos, seguimos caminando por calles que tenía olvidadas. Miramos escaparates de mercerías antiguas, con sus puntillas, sus botones y bonitos lazos para el pelo. Pero la tristeza, o el asombro, o quizás una mezcla de ambas, nos invadieron al comprobar que la tienda de chuches que también formaba parte de nuestra tradición había cerrado. Amarillentas hojas de periódico y un cartel de "Se alquila" cubrían el escaparate. Y yo no podría comprar mi chuche preferida. Y un poco más adelante pude ver que la tienda de antiguades que tanto me gustaba, una que mi madre y yo mirábamos durante mucho tiempo sin pestañear, también ha cerrado.

Sacudiendo los pensamientos tristes de la cabeza continuamos el paseo, y decidimos ir hacia el centro de la ciudad. Adoro pasear los domingos por la mañana, todo huele taaaaaan bien. Me gusta ver a la gente arreglada, y también a los que hacen deporte. A los niños repeinados y a los niños con sus bicis o patinetes. Adoro ver a las señoras con sus mejores galas y a las familias con caras de felicidad. Me gusta ver esa amalgama de gentes diferentes pero todos llenos de vida. Aunque ahora se ve todo un tanto difuso por las mascarillas.

Cuando llegamos al centro empezamos a hablar de los edificios que veíamos. Mi ciudad tiene edificios modernistas maravillosos, y gracias a mi madre me  he fijado siempre en la arquitectura.

Vimos edificios bonitos, y algunos tienen los letreros del negocio que en su día albergaron, como el cine Roma o los almacenes La sirena. Sé por mi madre que el edificio es de Manuel del Busto, tiene 101 años y era una sedería, pañería y tienda de confecciones. A día de hoy don Amancio se ha hecho con él y tenemos una tienda Zara.

Y aquí está ahora Zara

 

Respecto al cine...ya os dije en este post que mi ciudad, en los años 40, fue la ciudad media con más cines del país. Pues yo llevo años haciendo fotos y tengo muchas de antiguos cines, algún día iré poniendo algunas.

Aquí estaba el cine Roma

 

Cuando dejamos atrás el edificio de La Sirena(el del cine fue más tarde, me he adelantado), decidimos ir hacia El Muelle, que es el puerto deportivo. Pasear un domingo por la mañana por esa zona me trasladó a mi infancia. Hace poco, releyendo un diario que escribí con 10 años, hablaba de un paseo similar. Pero en mi caso, mis padres nos permitieron meter dinero en un "catalejo" de esos que ponían para ver el mar, y las gaviotas, y que vi en muchas ciudades marineras en España, y también en otros sitios. Hace mucho que no los veo.

Me refiero a algo así, hace mil años que no los veo

 

Y en mi diario también digo que había un chico pintando con tiza(a lo Bert en Mary Poppins) y le dimos una propina porque era muy bonito. Hace mil años que no veo algo así.

Después de pasear decidimos ir por una de mis calles preferidas, llena de viejos edificios y también de viejos recuerdos. La calle olía a pan, así que aprovechamos para comprarlo. Entró mi marido(no permiten entrar a dos personas juntas) y además del pan compró un pañuelo de cecina y queso que sabía a gloria. Justo en ese momento empezó a llover, así que lo comimos compartiendo paraguas y haciendo verdaderos malabares para que no se mojara el pan.

En esa zona ya no olía a pan, olía a mar, por lo que nos metimos por una estrecha callejuela que va a dar a la playa. El mar estaba embravecido, y desde la acera de enfrente estuvimos admirando a los surfistas cogiendo olas enormes. La lluvia no quería dar tregua, pero merecía la pena mojarse ante semejante espectáculo. Me habría gustado grabarlos pero entre el pañuelo de cecina, el pan y el paraguas...era difícil.

Un ratito después decidimos volver a casa. Al principio fuimos por otra de mis calles preferidas y sentí pena y nostalgia al ver tantos locales cerrados, locales que formaron parte de mi vida. Es una pena.

Poco a poco fuimos buscando calles más tranquilas, y charlando de esto y de aquello llegamos al portal. Eran las once y media de la mañana, y aún nos quedaba tiempo para relajarnos y disfrutar antes de comer.

Y aquí se acaba mi paseo y también la entrada. No es nada del otro mundo, solo un paseo sencillo en un momento complicado, una contradicción que ayuda cuando todo es difícil.

 Muchas gracias por leerme y nos vemos el sábado con el repaso semanal y algún especial. Muy feliz jueves.