Relato navideño
Buenos días. Ya tenemos aquí la Nochebuena, un momento lleno de magia y en que nos vamos a reunir todos.
Hoy vengo con un relato navideño para los que tengáis tiempo, que sé que es muy mal día. Sabéis que me cuesta compartir los relatos, pero en Navidad todo es posible. Y sin más rollo empezamos.
EL
BRILLO DE LA CIUDAD
Los blancos copos que bajaban
poco a poco de las nubes empezaban a cubrir de blanco las aceras, y
Lorena se sentía feliz. Las calles estaban iluminadas, el aire olía
a frío y la Navidad se dejaba sentir en cada rincón de su bonita
ciudad.
El parque estaba realmente
encantador. Las hojas secas, recuerdo de un cercano otoño, aparecían
amontonadas en un rincón, mientras la nieve empezaba a salpicarlo
todo. La barquillera estaba
en una esquina, justo enfrente del estanque grande, y los niños
esperaban formales su turno para deleitarse en esos sabores del
pasado, sabores llenos de miel.
En la otra esquina del parque, justo
detrás de la zona de juegos, estaba la castañera, y también había
niños aguardando formales, que habían acudido llamados por aquel
tentador aroma que surgía de las brasas.
En toda la ciudad había un
murmullo de gente que iba y venía porque aún tenían que realizar
las últimas compras, y las luces de colores llenaban cada esquina y
cada rincón.
Lorena había ido con sus padres a ver el Belén que había en el “Puente de los Patos”, que era un Belén hecho con figuras de tamaño natural, que estaban puestos en un precioso puente revestido de azulejos azules y blancos. Algunas de las figuras estaban en un estanque, como la lavandera y el pescador, y en el aire sonaban villancicos.
La niña no podía ser más feliz. Era ella una chiquilla alegre y risueña que disfrutaba enormemente de todos los momentos buenos de la vida, pero si había algo que le gustaba en el mundo, era la Navidad.
Y allí, contemplando aquel Belén,
se sentía afortunada por vivir donde vivía.
Su pequeña ciudad siempre estaba
limpia y reluciente, y a Lorena le parecía lo mejor del mundo pasear
por ella.
Después de contemplar aquellas
figuras, decidieron que una buena manera de acabar la tarde era
merendando un chocolate con churros.
Frotándose las manos, y saboreando
con su imaginación aquel rico manjar, entraron en una cafetería que
estaba casi vacía.
Después de echar un vistazo a su
alrededor, se acomodaron en una mesa junto a la ventana, y esperaron
a que les trajeran la merienda.
Mientras el camarero llenaba tazas y
platos, Lorena empezó a mirar a su alrededor, y enseguida le llamó
la atención un hombre que estaba en la esquina más alejada de la
barra.
Llevaba él un largo y gastado abrigo
oscuro, y sus guantes dejaban al descubierto unos dedos de uñas muy
negras. Unos maltrechos pantalones cubrían sus piernas, y bajo el
gastado gorro asomaban algunos grasientos cabellos. Apuraba el hombre
un bocadillo de tortilla, y nada más engullir el último bocado, se
había levantado, había cogido una escoba y había salido del local
sin mirar a nadie.
Lorena, intrigada ante aquella
visión, le había preguntado a su padre quien era aquella extraña
persona.
-Pues esa “extraña persona”, como tú dices, se llama Lorenzo, y es el barrendero. Él hace que nuestras calles estén limpias, y gracias a él podemos pasear sin pisar ninguna porquería -responde el padre, mirándola fijamente.
-Pues barrerá mucho, pero él va muy sucio -replicó Lorena.
-Hija, no debes juzgar por las apariencias -intentó explicar el padre–, el hombre tiene un trabajo donde se ensucia mucho, y no sabemos si tiene un sitio donde pueda lavarse después. En lugar de mirarle con desprecio, la gente debería estarle agradecida.
El resto de la tarde pasó entre chocolate, churros y visitas a los escaparates de la ciudad. Pero la niña no podía dejar de pensar en Lorenzo, aquel hombre que hacía que las aceras estuviesen relucientes.
A la mañana siguiente, Lorena salió
a dar un paseo con su abuelito, y cuandoestaba mirando un escaparate
lleno de casitas de muñecas, vio en el cristal el reflejo del
barrendero. Contenta por ver allí a aquel hombre que tanto le
intrigaba, giró la cabeza y contempló a Lorenzo a la luz del día.
Y allí, iluminado por los rayos del
sol, le pareció que su abrigo estaba aún más gastado, y sus
pantalones apenas cubrían sus piernas, pero a pesar del frío que,
seguro, estaba pasando, el hombre barría con energía, y no dejaba
en el suelo ni un trocito de papel.
A partir de aquel día, Lorena empezó
a observar a Lorenzo. Si estaba en el parque, le seguía para verlo
amontonar las hojas, y si estaba en la plaza de San Miguel, miraba
disimuladamente como barría las pipas y las colillas que la gente
tiraba.
También le gustaba verle entrar en la
cafetería, y dirigirse sin mirar a nadie al otro extremo de la barra
para engullir un pequeño bocadillo, regado con vino peleón.
Los días fueron pasando y las
navidades con ellos.
En casa de Lorena la cena de
Nochebuena fue estupenda, toda la familia reunida alrededor de la
mesa, cantando villancicos y disfrutando de las fiestas. Y mientras
la abuela tocaba en el desafinado piano, Noche de Paz, Lorena se
preguntaba con quien estaría pasando las fiestas el barrendero. Y
sin saber por qué, tenía la certeza de que estaba solo.
Tras la Nochebuena llegó Navidad, y
tras ellas Nochevieja, y de nuevo la familia volvió a reunirse para
celebrar las fiestas cantando.
Y de nuevo volvió la niña a pensar
en el barrendero.
Las navidades tocaban a su fin, y ya
solo quedaba la noche más esperada del año, sobretodo por los más
pequeños. Las fiestas se darían por concluidas en la mágica noche
de Reyes.
Y la ciudad entera iba a engalanarse
aún más para recibir a sus majestades, y éstos, recorrerían todos
los rincones en una cabalgata. Así que todo el mundo trabajaba con
mano firme para tener la ciudad más limpia y bonita de toda la
región.
Una de esas mañanas, Lorena no pudo
encontrar al barrendero por ningún lado. No estaba en el parque, ni
en la Plaza, ni siquiera en el bar comiendo el bocadillo. Y
preocupada empezó a preguntar si alguien lo había visto.
Cuando la niña le preguntaba a
alguien por Lorenzo, todos la miraban extrañados, generalmente sin
saber a quien se refería, y cuando aclaraba que era el barrendero,
le respondían que no sabían nada de él, era un ser huraño que
solo hablaba con su escoba.
Preocupada, Lorena preguntó en el
bar sí sabían donde vivía, pero nadie sabía nada de él, ni
siquiera el cura de la parroquia, al que acudió cuando ya estaba
desesperada.
Esa noche apenas pudo dormir nada,
porque estaba preocupada por el hombre, temiendo que le hubiese
ocurrido algo. Y para completar las cosas, no paraba de nevar, y el
ruido de los copos en el tejado hacían que le resultara imposible
conciliar el sueño.
A la mañana siguiente, a pesar del
sueño y del cansancio que sentía, Lorena se levantó temprano para
seguir buscando al barrendero, pero en cuanto puso un pie en la calle
se dio cuenta de que su ciudad ya no era la misma. La nieve caída
durante la noche se estaba derritiendo porque nadie la había
amontonado en las orillas de las aceras, y hacían que el suelo
estuviese cubierto de barro, que mezclado con las hojas que había
esparcido el viento y tampoco estaban amontonadas hacían que la
calle resultase intransitable, y todo aquel que intentaba pasar
acababa en el suelo sin remedio, pues era aquel un lugar de lo más
resbaladizo.
La plaza, además de tener nieve y
hojas era un amasijo de cáscaras de pipas y colillas, y el parque
era un lodazal que también tenía hojas y nieve, pero en esta
ocasión mezcladas con gravilla y cáscaras de castañas.
La ciudad estaba patas arriba y los Reyes
Magos iban a llegar en dos días.
Los vecinos, desesperados, se dieron
cuenta entonces de lo trágico que era que Lorenzo hubiese
desaparecido, pero ni siquiera en esos momentos mostraron
preocupación por él, sus palabras solo eran de reproche por
dejarles tirados ante el evento más importante del año.
En medio de aquel barullo, y
chillando por encima de todas aquellas voces que también querían
hacerse oír, Lorena dijo que lo mejor sería buscar a Lorenzo, para
saber lo que de verdad había ocurrido. Y los vecinos, mirando
sorprendidos a la niña, obedecieron rápidamente.
No quedó rincón en la ciudad sin
registrar, pero no había ni rastro de Lorenzo. Y cuando estaban al
borde de la desesperación, a alguien se le ocurrió ir a mirar al
vertedero, un lugar al que jamás se acercaba nadie.
Una vez allí, y buscando con
atención, descubrieron una especie de chabola que estaba en la única
zona donde no había basura. El olor era insoportable, pero armándose
de valor, los vecinos entraron y se encontraron con Lorenzo metido en
una desvencijada cama, con los ojos vidriosos y tosiendo fuertemente.
Sin perder un segundo fueron a
buscar a un médico, que les explicó que el hombre estaba enfermo
debido a las malas condiciones de vida que llevaba.
Vivía en una
casa fría y húmeda, y trabajaba todo el día a la intemperie sin
apenas ropas para abrigarse.
Asustados, los vecinos le preguntaron
lo que debían hacer para que se recuperase a tiempo de preparar la
ciudad para la cabalgata.
Y sorprendido por el egoísmo de
aquellas gentes, el doctor le recomendó descansar. Por supuesto
necesitó unas medicinas que él mismo le inyectó, y era muy
importante que bebiese muchos líquidos, y que comiese caliente.
Esos días, todas las gentes de la ciudad acudían al vertedero a llevarle a Lorenzo sopas, caldos y todos los manjares que tenían en sus casas, y como la suerte estaba de su parte, en un par de días, Lorenzo se había recuperado.
La tardenoche del cinco de Enero,
la ciudad entera relucía. Las hojas secas estaban en las orillas, la
nieve totalmente apartada, y ni una cáscara de pipa ensuciaba
aquellas calles, y desde lo alto de las carrozas, los Reyes Magos
saludaban a todos los niños.
Gracias a Lorenzo, la ciudad había recuperado su brillo.
Cuando a la mañana siguiente Lorena se levantó, vio que los Reyes le habían dejado la muñeca que había pedido, y junto a ella había una escoba y un recogedor que tenían una carta prendida. Nerviosa, la niña abrió la carta, que empezó a leer con los ojos abiertos de par en par.
Querida Lorena;
En tu carta nos pedías que
ayudáramos a Lorenzo, y queremos decirte que así lo hemos hecho.
Esta noche hemos ido a verle, para ofrecerle un trabajo en Oriente. A
partir de ahora él será en encargado de mantener emn orden todos nuestros
almacenes de regalos. Vivirá en un sitio caliente donde jamás
volverá a enfermar, y tendrá toda la comida que pueda necesitar.
Además, podrá ser amigo de los otros trabajadores y jamás volverá
a sentirse solo. Pero antes de irse, quiso que te regaláramos esta
escoba y este recogedor para que sepas que se acuerda de ti, porque
fuiste la única persona que se preocupó por él de verdad, no lo
buscaste solo para que limpiase la calle y nosotros lo viésemos todo
bonito y brillante. Tú lo buscaste de corazón. No cambies nunca,
Lorena.
SSMM, Los
Reyes Magos de Oriente.
A partir de aquel día, en la pequeña
ciudad, y ante la falta de Lorenzo, contrataron a otros barrenderos,
y siempre estuvo todo muy limpio. La castañera y la barquillera
siguieron en el mismo lugar, y en la plaza no había colillas ni
pipas, pero en el fondo, todos echaban de menos a Lorenzo, porque él trabajaba con tanto esmero que una simple acera barrida por él parecía
diferente. La ciudad bajo su escoba brillaba con otra luz.
FIN
Y hasta aquí el post de hoy. Espero que os guste el relato(es Navidad, no pretendo que sea creíble, no existen ciudades con un solo barrendero, entre otras cosas) y os deseo muy muy felices fiestas. Yo intentaré pasarlas lo mejor posible, este año estreno árbol(tener gatos hace que se renueve a menudo) y espero pasar unas buenas fiestas.
Mil gracias por leerme y nos vemos el miércoles.
FIN
Y hasta aquí el post de hoy. Espero que os guste el relato(es Navidad, no pretendo que sea creíble, no existen ciudades con un solo barrendero, entre otras cosas) y os deseo muy muy felices fiestas. Yo intentaré pasarlas lo mejor posible, este año estreno árbol(tener gatos hace que se renueve a menudo) y espero pasar unas buenas fiestas.
Mil gracias por leerme y nos vemos el miércoles.
Un relato de navidad, como bien dices. Entretenido y entrañable.
ResponderEliminarBesos!
Muchas gracias y felices fiestas.
EliminarEn un cuento de Navidad en toda regla, muy bien escrito y con el hermoso mensaje que todo cuento navideño tiene.
ResponderEliminarOjalá el egolismo desapareciera de nuestra sociedad.
Que pases unas muy felices fiestas.
Un fuerte abrazo.
Muchas gracias, me alegra que te guste.
EliminarMuy felices fiestas.
Quería decir "es un cuento". Mi dedo me ha traicionado, jeje.
ResponderEliminarlas personas más humildes por decirlo de alguna manera, a veces nos olvidamos de que tienen un nombre -como lorenzo, el protagonista de tu relato- y una vida. los barrenderos merecen un respeto porque, como bien dices, limpian la ciudad. no en vano uno de los personajes principales de la novela 'momo' de michael ende también tenía esa profesión.
ResponderEliminary una vez más digo que hay gente verdaderamente pobre, que viven como pueden y tienen por ello todo mi respeto y admiración. al contrario que los que van de pobres y ni mucho menos lo son tanto. tengo un alumno muy majo, pero su padre es muy cansino...
besos y felices fiestas!! precioso relato.
Hola.
EliminarTotalmente, a veces se nos olvidan mcuhas cosas, y mucha gente debería darse un paseo por algunas zonas y sabría loq ue de verdad es ser pobre.
Me alegra que te guste, vaya con el padre de tu alumno y muy felices fiestas.
Bonito cuento y muy navideño. Pocas veces nos damos cuenta de lo que le debemos a la gente que trabaja por el bienestar de todos. Es cierto que trabajan para ganar un sueldo y no para hacernos un favor (eso lo he oído mucho), pero gracias a su trabajo, mejor o peor pagado, todos vivimos más cómodos.
ResponderEliminarDisfruta de tu nuevo árbol. Nosotros este año no tenemos. Ni mi madre ni nosotras hemos tenido ganas de subirlo del trastero y ponerlo.
Un beso y muy feliz noche.
Muchas gracias Rosa.
EliminarClaro que les pagan pero las cosas pueden hacerse con el mínimo esfuerzo para cobrar o con interés y que nos facilitan la vida a todos y eso muchas veces no lo vemos.
Ay mi árbol, es precioso y en las fotos sale como muy artificial, yo creo que es el flash.
Te entiendo, nosotros el primer año, que además era primer aniversario, no teníamos ganas de nada, pero poco a poco se intenta.
Felices fiestas.
Bonito relato navideño.
ResponderEliminarUn abrazo.
" Feliz Navidad "
Muchas gracias y muy felices fiestas.
EliminarEntrañable relato.
ResponderEliminarFeliz Navidad.
Un abrazo.
Muchas gracias y muy Feliz Navidad a ti también.
EliminarMuy bonito y te deseo una muy Feliz Navidad a ti y a los tuyos!!
ResponderEliminarMuchas gracias y muy felices fiestas.
EliminarAy linda Gema, piedra preciosa, (calla, estoy bobalicona) Gemma, con dos emes, con tres, llevas el amor escrito en el alma, fíjate cuántas m, m, m. Me encanta el cuento por lo que trasmites, por lo que se nos olvida. El barrendero representa al olvido consciente e inconsciente de tantos de nosotros, su escoba nos lo recuerda, nos barre nuestros pies. Sin Lorenzo, sin la piedra preciosa, no sabemos lo que tenemos dentro, los que nos hace brillar en la noche sin estrellas, los que nos hace temblar de aMor. Un beso grande ahora y siempre compañera.
ResponderEliminar¡Hola Eme!
EliminarMe alegra mcuhísimo que te guste y te deseo lo mejor en estas fiestas.
¡Feliz Navidad!
La gente humilde y generosa como es el protagonista de tu cuento es la que mas admiro, lo que menos tienen siempre son los que más dan y tú lo has reflejado tan bien en este cuento precioso de Navidad. Entre el de Jose Maria y tú, me habéis emocionado.
ResponderEliminarBesos y Feliz Navidad.
¡Hola Tere!
EliminarMe alegra mucho haberte emocionado.
Muy muy felices fiestas.
Un relato muy bonito. Es fundamental darse cuenta de la importancia que tienen todos los trabajos. Los que parecen más invisibles a veces son los más necesarios. Un besote!!!
ResponderEliminar¡Hola!
EliminarToda la razón, a veces lo más invisible es lo más necesario.
Muy felices fiestas.
Precioso relato y muy entrañable paraestas fechas. Un beso y felices fiestas para ti y los tuyos.
ResponderEliminarMe alegra mcuho qu ete guste.
EliminarFelices fiestas para ti también.
ResponderEliminarPrecioso cuento de Navidad. Persona como Lorenzo mantienen las calles limpias todos los días. Mi suegro fue barrendero de los de antes y mantenía la zona donde le tocaba muy limpia. Cuando se jubilo el ese barrio le echaron de menos. El trabajo de barrendero es tan digno como otro cualquiera y además hoy en día pertenecen a la brigada de limpieza de los ayuntamientos y ganan un buen jornal. Pero el personaje de tu cuento se parecía a los barrenderos de pueblos más pequeños, que sólo trabajaba uno y si él faltaba se notaba porque estaba todo mas sucio. Un abrazo.
Muchas gracias Mamen.
EliminarSeguro que tu suegro era un gran trabajador y muy querido.
Hoy todo es distinto, claro, yo quise hacerlo un poco más antiguo o más bien atemporal.
Muy felices fiestas.
Buenos días y feliz navidad!! Ya estoy de vuelta, genial poder contar con un relato así.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho 😊😊🤩😊🤩🤩. Enhorabuena wapaaaa. Tienes que sacar más está vena. A ver si públicas alguno relato en Instagram hay una comunidad literaria súper bonito y se te da bien. Se nota que te gusta. Un abrazo Gemma❤️
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