Reflexión: ¿Existe la felicidad completa?

 Jueves reflexivo: ¿existe la felicidad completa?

Hola a todos y bienvenidos un día más. Ya es jueves y toca post improvisado y reflexivo, así que sin más rollo, empezamos.

No sabía muy bien qué tema tratar hoy, y se me ha ocurrido buscar el jueves reflexivo que publiqué hace siete años (más o menos, hoy es siete y el que digo lo publiqué el nueve de abril de 2015) y reflexionar sobre lo mismo pero desde mi punto de vista actual.

Hablaba en el post sobre la felicidad. Me preguntaba si existía la felicidad completa. Os dejo la entrada aquí por si os apetece leerla.

En aquel momento estaba en pleno duelo de mi padre. Falleció de repente, en plenas navidades y solo habían pasado tres meses. Y aunque estaba empezando a remontar un poco tenía momentos muy duros. 

Si a día de hoy me preguntan si existe la felicidad completa diré que no. Pero sí que existen los momentos de felicidad. Creo que no podríamos estar en una felicidad absoluta todo el tiempo.

Desde que escribí aquella entrada mi vida ha cambiado mucho. Después de mi padre se fue mi tío, que era como un segundo padre. También os conté la traumática pérdida de mi madre, la de mi suegro en pleno confinamiento...

El otro día Facebook me recordó unos vídeos de un día de esos que sin ser especial es imborrable. En aquel momento yo lo tenía todo, y aquellas risas se acercaban bastante a la felicidad completa.

Desde que empecé está sección mi gatito mayor se sentaba en mi regazo y me inspiraba. Ahora ya no está. Tenía 19 años y hace unos meses su situación empeoró mucho. Ya no era mi gatito querido y feliz, era un gatito mayor que sufría. Y yo le juré que jamás iba a permitir que sufriera. Mi veterinaria es amiga, así que cerró la clínica para nosotros, y estuvimos con él. Se fue tranquilo, lo dormimos mientras mi hermana, mi hija y yo le acariciábamos y aunque mi alma se rompió una vez más, sé que hicimos lo mejor. Intentamos ayudarle de todas las formas, no escatimamos tiempo, dinero ni esfuerzo, y necesitaba descansar.

Lo echo de menos a todas horas, pero doy gracias a la vida por regalarme su amor estos 19 años.

Volviendo al tema del post, para no entristecerse ni entristecer a nadie, diré que la felicidad es un poco una cuestión de actitud. En el post en el que me estoy inspirando decía que me asustaba no volver a reírme a carcajadas. Pues a pesar de todo lo que me ha ido pasando he vuelto a reírme. He vuelto a tener ilusión, a veces en cosas importantes y a veces en chorraditas. Pero he recuperado la ilusión.

No soy una persona a la que le guste recrearse en el pasado, pero a veces, de pronto, llegan a mi cabeza pequeños flahses y me gusta recordar.

El otro día recordé un instante que ya había contado en el blog y que a lo largo de treinta y tantos años solo he recordado tres o cuatro veces.

Fue un viernes por la tarde. Fui al parque donde me reunía con la pandilla. Estuvimos en nuestro banco charlando y pasándolo bien hasta que decidimos ir a por un camino que llevaba a un lavadero. Empezamos a contar historias de miedo y nos asustamos así que decidimos abrazarnos y caminar entrelazados. Pues menudas peleas porque nadie quería ponerse en la esquina, jajaja. Y fuimos cantando hasta llegar a una zona ya transitada. Nos reímos muchísimo. Luego fuimos al kiosco a por chuches para ver "Sensación de vivir" y me acompañaron a la parada del autobús. Fue una tontería pero yo me sentía pletórica.

Esa noche les contaba la historia a mis padres y ellos se morían de risa mientras mi madre mencionaba a mi admirado Rubén Darío diciendo aquello de: juventud divino tesoro.

En aquellos momentos yo tenía algo muy parecido a la felicidad completa.

Actualmente intento que las cosas fluyan, no adelanto acontecimientos y valoro cada pequeña cosa que me regala la vida.

Cada noche apunto en mi diario una cosa buena que me ha sucedido durante el día. A veces es algo estupendo, pero otras es algo simple como ayer, que un petirrojo comió el pan que yo le daba, o que durante el paseo nocturno la luna estaba increíblemente hermosa.

También soy feliz cuando veo llegar a mis hijos, cuando tomo el aperitivo con música con mi marido o cuando me despierto por la mañana y ante mí se extiende un nuevo día. Y agradezco también haber sido feliz en la infancia y adolescencia, eso es un regalo.

Para terminar, que me enrollo mucho, diré que la felicidad plena no existe, pero si queremos, podemos encontrar momentos de alegría, podemos estar contentos y disfrutar. Porque a este mundo hemos venido a vivir, no a sufrir. O al menos yo lo intento.

Muchísimas gracias por leerme y nos vemos el sábado en el repaso semanal y de paso haré algún especial.

Muy feliz jueves.