Compartiendo mis relatos.

    Hola a todos y muy feliz martes!!!!!! Aquí estoy un poco tarde pero estoy aquí. Ya sabéis que me gusta escribir y hace tiempo participaba en algunos certámenes literarios. Pues algunos de vosotros(especialmente Chema) me dijisteis que debería compartir más relatos así que venciendo una vergüenza terrible os pongo este que tiene unos 8 o 9 años. Lo he reducido todo lo posible pero no lo he modificado, sé que podría estar mucho mejor pero quise dejar la esencia de hace unos años.  Y sin más rollo empezamos. Espero que no se os haga demasiado largo, quizás podéis leerlo en dos veces.                              

                                    CON SU PRESENCIA

- Dejad la zona completamente acordonada, es imprescindible no contaminar la escena del crimen, que bastante la habrá estropeado ya el perro que la encontró- dijo el sargento López. 

A pesar de ser una hora temprana los curiosos se estaban ya acercando al lugar, pues es bien sabido que en las mentes ociosas la morbosidad es una parte predominante, y  en aquel pueblo había mucho ocioso. 

El cuerpo yacía tendido boca  abajo , y a simple vista no se apreciaba ninguna herida. 
Poniéndose las gafas de sol, el sargento López se agachó junto a Mario, amigo y forense que entendía la angustia que estaba pasando.

- Espero que no se nos quede nada porque si resulta ser Marta, con la influencia que tiene su padrastro nos empapelará ante el mínimo error, así que máxima atención.- Insistía López.

- A simple vista no te puedo decir gran cosa así que le haré una exploración superficial siguiendo el protocolo y el resto se verá en la mesa de autopsia. Te diré que la muerte se produjo hace unas 15 horas, pues  la temperatura corporal baja entre 0.8 y 1.1 grados en las 12 primeras horas y 0.4 en las horas  posteriores, su temperatura es de 24.2 grados, por lo tanto estimo la hora de la muerte en torno a las seis de la tarde. También me lo corrobora el rigor mortis, es total y aun no ha empezado a ablandarse. Dadle la vuelta y veré con lo que nos encontramos.

Cuando los ayudantes giraron el cuerpo apareció el rostro que nadie hubiera querido ver allí, era Marta, tal y como se temían. Sobreponiéndose a la impresión, Mario siguió explorando el cuerpo.

- La zona abdominal aun está caliente, pero eso es normal porque los órganos abdominales pueden guardar el calor hasta 24 horas. No aprecio ninguna herida así que no puedo precisar la causa de la muerte. Proteged sus manos y pies con bolsas y llevadla a la morgue, la veré enseguida.

Nada más llevarse el cuerpo apareció Alejandro Suárez, padrastro de la víctima, que ocultaba su rostro tras unas gafas de sol. 

Al verlo, el sargento se acercó a él y tras darle el  pésame le pidió que le acompañara a comisaría, pues necesitaba muchos datos para empezar la investigación.  

Mientras se alejaban del lugar, López  pensó que debía ser tremendamente triste yacer en el lecho seco de un río, un lugar de nadie abandonado por todos.

                                            ...

Una vez en comisaría, el sargento le preguntó a Alejandro por la vida de Marta, por sus amistades, costumbres y todo lo que pudiera conducir a una resolución.

- La verdad es que Marta era una chica muy tranquila- explicaba Alejandro- y sus costumbres eran muy sencillas. Durante el invierno vivía en Madrid, pues estaba estudiando, y las vacaciones las pasaba aquí, pues el único hogar que tenía.

-Su mujer les abandonó ¿verdad?- preguntó el sargento.

- Mire, no me gusta hablar de esto, pero la verdad es que nos dejó hace 20 años. Una  noche se fue y no volvió. Me costó mucho aceptarlo, pero he criado a Marta como si fuera mi hija.- Explicó el hombre mirando al suelo.

-¿ Conoce a alguna de sus amistades?

- Normalmente salía con Vicki, la hija de Victoria la frutera. Eran amigas desde niñas y cuando Marta venía planeaban hacer cosas juntas.

-¿Recuerda lo que hizo ayer por la tarde o si ocurrió algo raro?-Siguió preguntando el sargento.

- La verdad es que fue un día muy normal. Por la mañana estuvo en casa y por la tarde se fue a coger moras para hacer un pastel, siempre hacía uno a finales de verano.

-¿Cuándo la echó en falta?

- Me extrañó que no viniese a cenar, pero a veces cenaba en casa de Vicky y yo ni me preocupaba. Al dar las diez fue cuando me alarmé y llamé a la policía, pero me dijeron que no podía poner una denuncia hasta que no pasasen 24 horas.

-¿Me podría dar la dirección de Vicky y de las demás amigas que pudiera tener?

- Claro, creo que están en mi agenda.- Explicó Alejandro.

                                                ...

Cuando Vicky vio a la policía desde la ventana de su habitación, supo que habían encontrado a Marta, lo supo con toda certeza. 

Mientras su madre abría la puerta ella se arregló el pelo y se dispuso a esperar las malas noticias.

-Hija, han encontrado a Marta y le ha pasado algo horrible – dijo la madre de Vicky – y estos señores quieren  hablar contigo.

-Buenos días – dijo López – Tenemos que hacerle algunas preguntas, me temo que resulten dolorosas para usted, pero tenemos que averiguar  qué le pasó a su amiga. Lo primero que tenemos que saber es si tenía enemigos o si estaba rara últimamente.

- La verdad es que yo no la noté rara – respondió Vicky, con un hilo de voz – pero ella era una chica tímida y tranquila que lo único que hacía era pasear o sentarse a dibujar esa rocalla que pusieron cuando desapareció su madre. En cuanto a enemigos, que yo sepa no tenía ninguno, aunque tampoco tenía muchos amigos.

- ¿Le parece que su amiga tenía intenciones de suicidarse?-Preguntó el policía.

- No, era una persona melancólica, pero nunca se hubiera suicidado. Todas sus penas las escribía en su diario y siempre acababa encontrando soluciones para todo.

-¿Dónde está ese diario?

- No tengo ni idea, supongo que en su casa, en su habitación.

-De momento no la molestaremos más, aunque es posible que volvamos a hacer más preguntas a medida que avance la investigación.            
                                              ...

Tras despedirse, López se dirigió a la morgue para ver si ya tenían alguna novedad.

-Hola Ramón – le dijo Mario – tengo unas cuantas cosas nuevas que contarte. Pasa a la sala que tengo a la víctima en la mesa y ya te voy explicando.

Al ver a Marta tendida en la fría mesa, tan pálida como la pared de la sala sintió un escalofrío que le recorrió la espalda. Mario, mientras tanto, hablaba con toda naturalidad.

- La muerte se produjo por un golpe seco y certero en la nuca. Utilizaron un objeto contundente y romo, pero no duro porque no hay heridas, solo la fractura. La víctima estaba de espaldas al asesino, y se hizo un pequeño corte en la ceja izquierda que sangró un poco, seguramente ocurrió al caer hacia delante cuando recibió el golpe. Ella ni se enteró cómo se puede apreciar por la mancha esclerótica de Sommer-Lancher, que es esta mancha negruzca que aparece en el ojo cuando al fallecido le quedan abiertos, por tanto ella no tuvo tiempo ni de cerrarlos. Estuvo siempre tendida boca abajo pues nos los  indican las livideces en las partes sometidas a presión, cómo la barriga, por ejemplo. 
La buena noticia es que en una muñeca hemos encontrado una huella digital parcial bastante borrosa. Probablemente el asesino se manchó con la sangre que manaba de la ceja y al moverla dejó impreso un regalito para nosotros. 
Es casi imposible sacar huellas de tejidos tan blandos, así que  hemos llamado a Nerea que tiene remdios para todo y ha venido con ninhidrina y ha aplicado calor, pero hemos obtenido una impresión poco clara, así que lo hemos vuelto a intentar con DFO, un análogo de la ninhidrina que reacciona 2.5 veces más que ella y actúa con los aminoácidos del sudor, cosa que el asesino dejó, quizá debido a su nerviosismo. Asesinar siempre pone nervioso. Perdona tanto tecnicismo, me lo ha contagiado Nerea, pero creo que nos hemos entendido y en estos momentos los chicos de laboratorio están intentando averiguar a quien pertenece ese dedo fluorescente que hemos conseguido. Con un poco de suerte quizás tenga antecedentes, sino, tendremos que tomar huellas a todo el mundo. También hemos encontrado pelos que al analizar han resultado ser de perro, mira por este microscopio y verás cómo son en punta y parecen un árbol de Navidad cortado.

Ese debe ser el perro que encontró el cuerpo- añadió López.

-¿Era de pelo corto? –  preguntó  Mario-

- Creo que sí.

- Entonces, misterio resuelto.

                                              ...

Cuando López salió de la morgue al menos tenía la sensación de haber avanzado. 

Decidió ir a casa de Marta a buscar el diario y de paso charlar un poco con su padrastro. 

Una vez en la casa, no lo encontró  por ninguna parte así que fue a pasear por los alrededores de la finca pues le habían dicho que estaba en la rocalla, como siempre a esas horas. Y allí le encontró, taciturno y silencioso.
Pasearon por el jardín mientras le iba explicando las causas de la muerte d ela joven.

-¿Sabía usted que su hija escribía un diario? – le preguntó el sargento a bocajarro.

-La verdad es que no tenía ni idea – respondió éste con sorpresa – pero las chicas no cuentan estas cosas a sus padres, ¿No cree?

-  No sé qué decir, ¿lo tiene usted?

-No, en casa no está o al  menos yo nunca lo he visto. Tal vez lo tiró, o se lo dio a alguien.

Si, tal vez – dijo, mientras pensaba que nadie da ni tira su diario.

Ya se marchaba cuando decidió ir a ver con más detenimiento esa rocalla que todo el mundo nombraba. Y Alejandro decidió acompañarlo.

-¿Cuándo pusieron esta rocalla aquí? –Inquirió el sargento.

-Cuando mi mujer nos dejó. No necesita tantas atenciones como un jardín normal y no tengo que preocuparme cuando viajo por negocios.

- ¿Nunca recibió noticias de su mujer, ni la ha vuelto a ver?-Insistió el sargento.

-La verdad es que no, pero aprendimos a vivir sin ella y hasta hoy nos iba bastante bien.

-¿Por qué le ha puesto tanta arena? No ha llovido y secará demasiado las plantas?- Preguntó López de repente, agachándose y cogiendo un poco de arena que se escurrió entre sus dedos.

- No lo sé, me gusta como queda. La arena es muy compacta pero bien estirada luce mucho.

En ese momento el sargento lo vio claro, en un segundo supo exactamente cómo había ocurrido todo, aunque no podía imaginar por qué.

-Los chicos del laboratorio han encontrado una huella dactilar en el cuerpo de Marta – empezó a decir López – y es cuestión de tiempo saber a quién pertenece. El asesino sabía que tenía un diario dónde escribía secretos y lo hizo desaparecer, así que tuvo que ser alguien con acceso a él. Además, no hemos encontrado ningún arma, pero una bolsa pequeña de tela llena de arena es algo muy fácil de manejar y aun más fácil de hacer desaparecer, por ejemplo, integrándola en una rocalla.

-No sé de qué me está  hablando, yo siempre echo arena aquí- se defendió Alejandro.

-Si, sobre todo desde que enterró  ahí a su mujer. Es inútil que siga negándolo, hay pruebas y solo es cuestión de tiempo encontrar más. Cualquier juez  con dos dedos de frente daría permiso para deshacer este horrible monumento funerario y luego el jurado le encerraría 20 años. 
Mi única duda es el porqué. Me imagino que Marta habrá descubierto lo de su madre y usted  la has silenciado, pero su mujer, ¿qué había hecho? ¿Por qué la mató?

                                                           ...

Alejandro negaba una y otra vez las acusaciones pero justo cuando el atardecer empezaba a pintar de naranja aquella siniestra rocalla se vino abajo y lo confesó todo.

- Tiene razón, no puedo seguir ocultándolo más –empezó a decir Alejandro – y es demasiado triste para que lo entienda. Mi mujer encontró un día unos pasaportes falsos que tenía escondidos en un cajón de doble fondo. No sé cómo dio con ellos, pero lo hizo y empezó a atar cabos, a preguntarme por mis viajes y acabó descubriendo que me pagan grandes sumas de dinero por matar gente. No soy un asesino a sueldo, la palabra exacta es terrorista y gracias a ello tengo poder e influencias. Ella me dijo que podría perdonarme cualquier cosa excepto que tuviera las manos manchadas de sangre. Tuve que hacerla callar. No sé hasta donde habría llegado, quizá no se lo dijese a nadie pero no podía correr ese riesgo. - Con los ojos llenos de lágrimas siguió contando – No sufrió, fui incapaz de hacerle daño y le administré una sobredosis de somníferos, y cuando dejó de estar entre nosotros la deposité aquí, hice este monumento para ella, y además nadie la encontraría nunca, pues por mucho que se remodele un jardín, nadie deshace estas composiciones tan complicadas.

- ¿Y qué pasó con Marta?- quiso averiguar López.

- La verdad es que no sé cómo lo descubrió, pero creo que lo sospechaba desde hace tiempo, pues últimamente me hacía demasiadas preguntas sobre la desaparición de su madre. – Con los ojos entrecerrados parecía revivir cada detalle – Ayer fuimos a coger moras y yo estaba metiendo arena que había en el lecho seco del río en mi bolsa de tela, pues en invierno es un barrizal y no hay quien la consiga. En medio de un sepulcral silencio me dijo que lo sabía todo y que me iba a denunciar. Dijo que jamás me perdonaría que le hubiese robado a su madre y que le hubiese destrozado la infancia. No me estaba mirando, iba unos pasos por delante de mí y durante unos segundos me sentí tan asustado que  no supe que hacer. 

En ese momento recordé que llevaba la bolsa de arena en la mano y le pegué con todas mis fuerzas. Cayó fulminada y yo la arrastré por las muñecas un poco, solo para que tardaran unos días en encontrarla y así no poder precisar tanto la hora de la muerte. 

Fue una maldita casualidad que ese viejo pasara por allí con su chucho. Luego llamé a la policía, aunque sabía que no podría poner la denuncia hasta más tarde, pero habría sonado muy raro que no lo hiciera, y oculté que había ido con ella pues estaba seguro de que nadie nos había visto, luego  enterré su diario aquí bajo las rocas  y el resto ya lo conoce.

- Me temo que tiene que acompañarme, - dijo el sargento – y le aconsejaría que llamase a su abogado, ya sabe que todo lo que diga puede ser utilizado en su contra.

- En realidad me da igual. Mi vida acabó el día que hice esa maldita rocalla, a veces siento su presencia pidiendo venganza, y creo que ya podrá descansar- sentenció Alejandro.

                                               ...

Mientras se llevaba al detenido el sargento López pensaba en Marta, no había tenido madre, no había tenido niñez y ahora tampoco tendría una vida. 

Dirigió una última mirada a la rocalla y se alegró de salir de allí. Quizá Alejandro tenía razón, había algo opresivo en el ambiente, quizá después de todo sí era su presencia. Esperaba que desapareciese ahora que el círculo se había cerrado.

Bueno, espero que no se os haya hecho muy pesado. Me encantaría saber vuestra opinión sincera, ya sabéis que las críticas constructivas no me molestan sino todo lo contrario.

Por cierto, gracias por los comentarios de ayer, y sabed que tuve una junta de vecinos muy tensa y me dio un ataque de risa horrible, de hecho tuve que salir, ainnnns.

Muchísimas gracias por leerme y hasta mañana!!!!