Jueves reflexivo: Así pasen cinco años
Hola a todos y muy bienvenidos. Ya estamos a jueves y toca el
post reflexivo. Mis lectores habituales ya sabéis que esta entrada la escribo
sobre la marcha, voy improvisando. Es temprano y la semana va llegando a su
fin, así que cojo fuerzas empezamos.
Hace cinco años, una luminosa tarde de febrero nos fuimos a
ver a mi hija, en su último año de carrera de Arte Dramático. Eran las jornadas Lorquianas, y ella representó Así pasen cinco años. La había leído pero no la había visto
representada y me encantó. Trataba sobre
la muerte de esa forma en la que Lorca trataba todo. Tan solo algunos días después tuvo lugar la horrible e inesperada
muerte de mi madre. Han pasado cinco años desde aquel horroroso instante. En este
tiempo he vuelto a ser feliz. Con un vacío, un inmenso vacío, pero he vuelto a
ser feliz. He vuelto a reír, mis hijos han crecido y van encaminado sus vidas, mi
hermana y yo seguimos siendo un equipo y mi marido y yo continuamos compartiendo sueños.
Y ya que ha pasado ese lustro lleno de cosas que ella se ha
perdido, se me ha ocurrido rescatar un post que escribí algún tiempo después,
cuando pude hablar del tema. Lo había eliminado para evitar el dolor de mis
seres queridos, pero lo dejaré unos días.
Aquí queda:
Hola a todos y muy bienvenidos un día más. Hoy no podría decirse que he madrugado, más bien llevo demasiado tiempo despierta y el sueño es esquivo. Mi cabeza da vueltas y vueltas. Y ante esa ausencia de ganas de dormir, enciendo el ordenador y comparto mis pensamientos.
Normalmente escribo sobre lo bueno de la vida. Que mi vida nunca ha sido perfecta ni nada parecido, aunque tengo suerte al estar rodeada de gente que me quiere. Pero lo malo no suelo contarlo porque me gusta quedarme siempre con lo bueno. Pero a veces, muchas veces, lo malo necesita salir.
Hace tres meses mi madre falleció. Fue de repente, la encontré yo cuando teníamos un plan estupendo para que se divirtiera y olvidase que hacía justo dos años que su hermano nos había dejado.
Mi corazón se rompió tanto que me cuesta incluso recordar ese día. Solo puedo ver a la policía toda la mañana entrando y saliendo, y el teléfono sin parar de sonar.
Quise hacer un funeral íntimo y fue imposible. Su familia, la de mi padre, la de mi marido, vecinas de antes y ahora, amigos, amigos de mi hermana, míos, de mis hijos...En el tanatorio estaban asombrados del desfile de gente. Y yo derrumbada y sobrepasada.
Lo único bueno, si es que hay bueno, es que quedó claro que era querida. Algunas personas recorrieron muchos kilómetros para estar con nosotros. Dejaron sus cosas (aquí era fiesta), anularon sus planes y todos, todos, estuvieron aquí. Saber que uno es querido es lo mejor, para mí, que puede tener en la vida.
Además pude elegir el funeral que sé que le gustaría. Una ceremonia civil en una capilla(que se quedó pequeña y algunos quedaron fuera) en la finca donde creció, con un cuarteto de cuerda tocando en vivo, un texto realmente precioso y también con unas letras que pude escribir.
Pero ver a tanta gente llorando fue demoledor. Ver a mis hijos en el abrazo de primos(se abrazan los diez cada vez que se ven), con todos los primos llorando fue muy triste, y ver a las primas de mi padre sentir que no podían respirar...
Pero eso más o menos pasó y entonces llegó lo peor. Donar las flores fue algo duro. Las dejamos en El paredón y en la fosa común, y fue doloroso y triste. Recoger las cenizas, con sus árboles para plantar y un colgante con unas cenizas para llevar en nuestro corazón fue un momento malísimo. Y los días siguientes... Llamadas y whatsapp a todas horas para saber si estamos bien. Que agradezco pero me llegaban a desbordar. Y personas llamando al timbre para interesarse. Y correos electrónicos, y más llamadas...Y lo peor, aunque también es lo mejor, ver que la vida sigue a pesar de mi dolor.
Mi hijo ha hecho un solo en el coro y ella, que era la fan número uno y amiga de todos los integrantes, no lo ha visto.
Mi hija ha salido en la radio ya unas cuantas veces, y fue tan raro no poder escuchar la entrevista con ella.
Ya os conté que estuvimos todos enfermos. Pues pasar por ese trago tan duro sin sus palabras, sin sus ánimos y sus cuidados fue como morir un poco.
Cada vez que estoy leyendo y encuentro una frase bonita siento el impulso de compartirla con ella. Pero no puedo hacerlo. Y un nudo se instala en mi pecho.
El otro día mi marido trajo unos helados y todos, incluida mi hermana, suspiramos al recordar que eran sus preferidos.
Los paseos en las mañanas, junto a la playa, ya nunca volverán a repetirse. Ni las conversaciones sobre libros, las compras de cosas que mis hijos no necesitan pero: No podemos evitarlo, para ellos todo es poco. Las excursiones con ataques de risa, sus tartas de manzana, sus disfraces y compartir nuestras series algún sábado por la tarde.
Hasta hace pocos días la gente me paraba por la calle para preguntar por ella. Y a mí me dolía tanto tener que pronunciar en voz alta eso que no quiero creer. Y muchos vecinos y gente de la zona se han puesto a llorar. Y yo no quiero, trato de no hacerlo pero... al final no puedo.
Si lo pienso bien, cuando alguien se va dejando tras de sí tanto amor también deja una especie de sensación de paz. Todo el mundo lo dijo en el funeral, y es así. Cuando nadie puede decir algo malo de ti, cuando todos te quieren, cuando tus hijos se han sentido queridos, tus consuegros dicen que has sido un regalo para su hijo, cuando los amigos de tus nietos lloran tu pérdida, cuando la familia de tu marido te adora, la tuya te llora con el alma y los amigos se niegan a creerlo... es que algo bueno has hecho. Y me quedo con eso, con que tanta gente, de tantos lugares, edades, generaciones, con o sin sangre, te quiera.
No quiero hacer un post eterno ni triste. Hoy tengo un mal día porque no solo ha sido ella. Su gato se fue detrás, el estrés con la policía fue demasiado. Y un amigo de toda la vida también nos dejó. Y lo peor, mi suegro se ha ido en plena pandemia.
Es raro pero lo de él no lo he asimilado. No hemos tenido velatorio y aún no hemos hecho funeral porque muchos familiares están en otras provincias, así que es extraño. A veces me angustio al recordarlo pero la mayor parte del tiempo es como si estuviera. Cuando hagamos el funeral y se celebre el abrazo de primos, seguramente empezaré a asumir las cosas. Y mi corazón se volverá a romper.
Antes de irme quiero dar las gracias a las únicas personas de este mundo on line que lo sabían: Rosa, Emerencia, Piruli, Irene y Tere. Mil gracias por escucharme y entenderme.
Para acabar se me ha ocurrido compartir el texto que escribí y leyeron en el funeral. No es un gran texto, no es bueno, mi mente no estaba bien y fue difícil. Pero es un pequeño resumen, y como dijo una amiga cuando acabó el funeral: fue precioso, como ella.
La verdad es que me pesa un poco haberlo hecho porque mi hermana se puso muy mal, las primas de mi padre tuvieron que llevarla bajo unos árboles y la ayudaron, junto a mi tía, para que se sobrepusiera un poco.
Hoy no sé si podré responder a vuestros comentarios, pero os agradezco todo lo que vayáis a decir. Un abrazo y este es el texto que escribí.
Ahora a su hijas lo único que nos queda es el recuerdo. Y nos agarraremos a eso. Recordaremos que nuestra madre nos dio una infancia absolutamente feliz. Cada día, a la hora de comer y antes de dormir, nos contaba historias, mucha historias, algunas que leía, otras que sacaba de las pelis, y las mejores, las que se inventaba. Y todas hicieron crecer nuestra imaginación.
Cada día tenía un plan cargado de ilusión; podía ser un día de playa, una tarde en algún parque especial, disfrazarnos todos juntos en Carnaval o salir de noche a buscar luciérnagas, que dejábamos en las plantas de la ventana, para que la hadas nos encontraran. Pero lo importante no era el plan, era disfrutar de la familia y por eso todo lo hacía con ilusión.
Hizo mágicos nuestros días de Reyes, nuestros cumpleaños y cada momento de nuestra vida.
Y cuando llegaron los nietos no se perdió una sola función escolar, un cumpleaños, una carrera o cualquier momento cotidiano que ella llenaba de luz.
Y siendo ya veinteañeros iba a verlos cantar con el coro, o con su grupo. Y no se perdía a su nieta actuando en el teatro o a su nieto presentando eventos. Y ellos pudieron disfrutar de una abuela a la que le gustaba la música, el cine, leer, que coleccionaba muchas cosas interesantes, que sabía un poco o un mucho, de todo, que estaba llena de inquietudes y que ganaba concursos de relatos. Una abuela que nos acompañó a ver en vivo a Coppola o Scorsese, que recogía manzanilla mientras estábamos de excursión y que pensaba que Freddy Mercury había sido el más grande. Una abuela con la que se podía hacer de todo. Y lo mejor es que nos repetía constantemente que para ella sus hijos y nietos éramos lo primero. Como ella lo fue para todos nosotros.
*Pues esta era la entrada. Gracias por leerme y hasta el lunes.
Una entrada muy dura pero llena de amor. Todos querríamos que nos recordarán así. Un beso
ResponderEliminarGemma, no temas expresar el dolor. No pasa nada por mostrarlo, forma parte de nosotros. Y sé, porque después de tantos años leyéndote, esa parte te cuesta más exponerla porque eres optimista, y resiliente, siempre ves la parte positiva y eso como ser humano te engrandece, pero la muestra de matices, como digo, de eso también formamos parte, y extraerlo, es una manera sana de dejarlo de ir, de respirar, para poder continuar.
ResponderEliminarElla siempre estará contigo, porque un amor así, nunca desaparece. Nos tenemos que amparar en esos recuerdos, y darles las gracias por el tiempo que estuvieron con nosotros.
Mucho ánimo.
Un beso.
Muy dura
ResponderEliminarHay aniversarios de todo tipo, unso de celebración los más, y otros de tristeza, como la muerte de un ser querido, algo que nunca se olvida y que volvemos a revivir cuando se cumplen años de su ausencia.
ResponderEliminarAsí que hace cinco años viviste un hecho alegre, con tu hija, y uno muy triste con tu madre. Com dice el refrán: una de cal y otra de arena, aunque en este caso peso muchísimo más la parte negativa. Aunque el dolor de una pédida no se olvida, por lo menos se soporta cada vez mejor.
Un abrazo.