Reseña: con la noche a cuestas

Con la noche a cuestas de Manuel Ferrand

Hola a todos y bienvenidos un día más. ¿Qué tal ha ido el finde? Espero que genial.

Antes de nada os quería agradecer todos los mensajes de ánimo que me dejásteis en el post del jueves, os lo agradezco muchísimo.

Y como este rincón no es de cosas tristes vuelvo con un nuevo tema. Sabéis que los post del lunes o martes(una semana publico lunes y otra martes) son variados, y hoy me apetecía hacer una reseña de una novela, así que sin más rollo, empezamos.

Siempre intento buscar novelas poco conocidas, o distintas, porque de los bestsellers o las novelas muy conocidas hay miles de reseñas estupendas en Internet. Y hoy se me ha ocurrido hablar de un libro que le encanta a mi marido: "Con la noche a cuestas" de Manuel Ferrand. Mi marido tiene una colección de libros ganadores del Premio Planeta, cuando era un premio limpio e interesante. Fue coleccionando las obras de niño y adolescente y ahora la colección está en mi casa. Y de todos, este es su favorito.

Empiezo diciendo que la obra obtuvo el premio en 1968, por tanto la historia, auqnue es contemporánea, tiene sus años. Y los protas no tienen móvil, whatsapp ni Internet para entretenerse, pasar las horas o comunicarse.

La historia es muy sencilla, yo creo que ahí radica su encanto. Dos hombre; un sereno y un vigilante de obra, son los protagonistas. No hay grandes fortunas, misterios irresolubles o magia oscura, solo hay dos hombres en medio de la noche.

El autor logra que nos enganchemos porque la noche atrapa. Y los personajes también atrapan. Tenemos a Tirso, el guardia de la obra, poco a hablador y taciturno. Y a Castro, el sereno, mucho más charlatán y distendido. Y dos hombres distintos, diametralmente opuestos, se ven unidos por la oscuridad.

Cuando he escrito algún post sobre mis paseos nocturnos(por ejemplo aquí) lo que más os ha llamado la atención es que aquí tengamos serenos. Pues lo bueno del libro es que también lo tenemos, y además es protagonista.

El autor, que por cierto era un sevillano de lo más polifacético, fue dibujante, colaboró en la revista "La Codorniz" y también era ensayista y profesor de universidad, entre otras cosas.

Su forma de narrar es tan envolvente que nos centramos más en los personajes y los momentos cotidianos que en la historia. Porque sí, hay una historia, y estos dos personajes se encuentran una cartera repleta de dinero.

Los que me leéis habitualmente sabéis que nunca hago spoiler, solo doy ideas de obras o pelis,  pero sin estropear el final, así que por ahora me detengo aquí.

Si os gustan las novelas intimistas, sencillas y con mucho costumbrismo, creo que os va a gustar. Si os gusta que los personajes tengan diálogos creíbles, que las personas que no han tenido acceso a la cultura hablen como lo harían si fueran reales(un lenguaje tosco y vulgar) pero las descripciones sean precisas y poéticas, os lo recomiendo. Además, el final es bueno, puede gustar o no, pero carece de esa sensación que a veces me queda de final precipitado.

Esta novela, que en realidad es corta, es la forma ideal de pasar una noche de invierno junto a la calefacción, con una infusión o un café, una mantita muy suave y muchas ganas de sumergirse en la vida de aquellos que en los sesenta dejaban el pueblo para buscar un futuro mejor en la ciudad.

Para acabar os dejo el primer párrafo, que creo que es un inicio estupendo.

"Pasó el último autobús, casi vacío, camino del centro. Serían las dos y cuarto y el airecillo norte retorcía, como jugando, la columna de humo a la puerta de la caseta. 

Tirso se asomó y las orejas se le quedaron como atravesadas por agujas. Cuando el autobús se perdió de vista el hombre volvió a meterse en la caseta de madera porque, después de todo, mejor se estaba allí, envuelto en el capote viejo y la manta, que no a la intemperie, junto a lo que quedaba de hoguera.

Las primeras noches fueron más entretenidas porque siempre surgía algún ruido que lo mismo podía ser de ratas que de ladrones y porque se pasaba las horas viendo sombras que se movían por los alrededores de la obra. Al menor ruido ya estaba fuera de la caseta. Entonces, en la penumbra veía moverse algo entre los montones de material o al lado de la hormigonera, o donde los sacos de cemento; se acercaba y no había nadie. Otras veces subía la escalera sin barandas ni enlosado y recorría una por una las plantas del edificio.

Ya no, pero antes el hombre le echaba valor y acudía a todas partes, pasando frío y miedo, no fuera a ocurrir que cualquier mañana descubrieran un robo y le hicieran cargar con el mochuelo. Por eso lo de trepar hasta la más alta viga o indagar en el almacén, y subir y bajar con cuidado los escalones húmedos de mezcla reciente.
    A veces, el ruido le llegaba de un gato que rebuscaba o de un papel deslizado por el aire rastrero. Y en cuanto a las sombras, podía ser la de una espuerta pendiente de un tiro o de un saco que el viento tremolaba como sucia bandera.
    Tirso llegó a conocer sombras y a distinguir ruidos y, tal vez por eso, y porque el invierno se le echaba encima, fue poco a poco perdiendo interés por las pesquisas y cada vez salía menos de la caseta. Fue por aquellas noches cuando empezó a recordar canciones antiguas, rebuscando en la memoria las más viejas, las de su niñez. Y fue también cuando descubrió el consuelo de hablar solo. Cuando las horas quedaban prendidas y sin pasar, en la madrugada honda, el hombre hablaba y sus palabras le envolvían haciéndole compañía, rebotando en las paredes de la caseta.

Y hasta aquí el post. Mil gracias a todos por leerme y nos vemos el miércoles con algún truco.

Feliz semana.